viernes, 21 de febrero de 2014

"CUANDO YO VINE A ESTE MUNDO"

Cuando se confecciona una historia clínica, se consigna si quien consulta ha sido adoptado. Es un dato de interés sobre el que es importante hacer algunas consideraciones. El hijo adoptado no surgió del cuerpo de quienes le van a dar los cuidados indispensables para sortear la intensa indefensión en la que se nace. Estos cuidadores han decidido hacerse cargo de un niño que no tiene la herencia de sus cuerpos. Esta descripción quiere decir solamente que el organismo que somos en el momento del nacimiento no surgió genética de los cuidadores. El hijo adoptado está seguro de haber sido deseado, a veces buscado por mucho tiempo. Sus cuidadores, padres adoptivos, han tenido que renunciar al narcisismo de esperar semejanza de características. Se han lanzado a una aventura un poco más arriesgada que la de tener hijos de la carne. Digo un poco, porque nadie puede hacer previsiones seguras sobre cuáles serán las condiciones que se transmitirán a través de sus células germinales.
Hay distintos tipos de adopciones. A veces no se conocen los orígenes, otras veces se sabe y se sabe también que éste fue un producto no deseado por quien lo albergó en su vientre. Puede quedar la duda sobre si se trató de un gesto altruista por no poder hacerse cargo de una crianza o si fue simplemente un embarazo no deseado, accidental, que no tuvo nada que ver con el deseo humano de tener un hijo.
Así como para que se desarrolle el óvulo fecundado que será un organismo viviente es indispensable que las paredes del útero como cavidad puedan separarse y dar lugar a esa nueva vida, de la misma manera es indispensable que la mente de los que van a ayudar al desarrollo del nuevo ser tenga un lugar para que la vida se desarrolle. Los psicoterapeutas sabemos bastante de hijos que no tuvieron lugar en la mente de quienes se ocuparon o no de ellos después del nacimiento. Guillén, el poeta, lo dice en un sentido verso: “Cuando yo vine a este mundo, nadie me estaba esperando”.
Lo que estoy intentando decir es que un hijo no deseado no tuvo ese indispensable lugar en la mente de sus padres y en la estructura social que lo va a acoger. Si este organismo sin lugar en la mente de quienes lo engendraron encuentra a quienes lo están buscando sin poder crearlo con el cuerpo tiene una gran suerte, estará seguro de haber sido esperado y de tener un lugar no meramente edilicio, sino emocional, racional, total.
También hay que hacer una diferencia entre lo vivenciado por la mujer quien aloja al niño en su cuerpo por nueve meses y el varón que lo conoce a través del relato o del contacto con la mujer. Ya había hecho mención de esta diferencia y me parece que es importante, ya que hay un gesto en el embarazo que va del hombre a la mujer. El varón introduce el espermatozoide que fecunda al óvulo y da comienzo al nuevo organismo. Pero es la mujer quien informa sobre lo que está pasando en su cuerpo y retroactivamente embaraza al hombre. La reproducción de los humanos no es partenogenética, requiere de la pareja de padres. De aquí la diferencia de la que estoy hablando. Los varones aparecen como adoptantes de los hijos aunque hayan aportado el espermatozoide. El gesto romano de nombrar al hijo que nace da cuenta de este hecho.
También se ve una diferencia entre la modalidad femenina y la masculina de sostener la cría. La madre es más posesiva, el rol nutriente de los primeros tiempos parece prolongarse. El varón lo mantiene más a distancia. En términos del dicho popular, la madre parece contribuir más a las raíces, el padre, cortando el vínculo diádico a dar alas. De todos modos quede claro que se trata de roles que hay que cumplir, no de destinos del imaginario social que pueden ser tan deletéreos para todos.
Una observación corriente es que los hijos adoptados se parecen a sus padres adoptivos. Esto va por cuenta del significado de ser hijos de la carne y del espíritu, como ya dice la Biblia. El espíritu sería el discurso en el que nos incluimos a partir de la palabra, el discurso de la familia, de la sociedad en la que vivimos, la cultura que nos acoge.
Por Lía Rincón. Miembro titular en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).

Fuente: http://www.pagina12.com.ar

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