viernes, 6 de septiembre de 2013

NECESIDADES DE QUIENES SON ADOPTADOS. Parte III

3. Necesidades de los niños adoptados relacionadas con la identidad adoptiva:

A la inmensa mayoría de personas nos resulta muy fácil responder a preguntas tan sencillas como las siguientes: ¿dónde he nacido? ¿cuáles son nombre y mis apellidos? ¿cómo se llamaban mi padre y mi madre? ¿conocí a mis abuelos? ¿cuántos hermanos tengo? ¿a qué personas de mi familia dicen que me parezco físicamente?...

Nos resulta fácil pensar en nosotros hacia atrás, reconstruir nuestra historia y enlazarla con la de nuestros progenitores. Imaginemos ahora que de pronto nos encontráramos sin saber qué responder a alguna de esas preguntas, o que a nuestra memoria acudieran fragmentos contradictorios y mal entrelazados. Seguramente algo se tambalearía en nuestro seguro y confortable sentimiento de identidad, de filiación y de relaciones.

Mientras que la vida de la gran mayoría de nosotros se caracteriza por la continuidad, uno de los elementos que definen a la adopción es precisamente el de la discontinuidad. La adopción consiste justamente en salir de un pasado que por alguna razón era no deseable para llegar a un presente mucho más prometedor. El gran beneficio de esta discontinuidad va a tener implícita sin embargo, el coste de perder la conexión con el pasado, con las raíces y con algunos elementos constituyentes de la identidad.

Hayan sido adoptados a una u otra edad, quienes lo han sido tiene derecho a conocer los datos que se refieren a su origen y su identidad.

Contar la historia de su adopción a un niño de dos o tres años suele ser muy fácil, porque en esa edad no genera en el pequeño dudas ni preguntas difíciles de contestar. Basta con que la historia sea sencilla e introduzca el concepto de adopción, de unas personas anteriores y de la familia actual. Lo único que puede costar trabajo aquí es que los adoptantes estén tranquilos y confiados al hacerlo. Lo más difícil no suele ser transmitir esa información básica a una edad temprana, sino ser luego capaz de mantenerla, recordándola de vez en cuando, cuando surja la ocasión ( o creando la ocasión para que surja) y, como antes se decía, ampliando la información a medida que las capacidades de comprensión del niño aumenten. Por ejemplo, que haya a la vista algunas fotografías que se refieran al pasado, al momento del encuentro, quizá sea útil para mantener presente la idea de que hubo un antes que se reconoce y valora.

El error fundamental es pensar que puesto que al niño ya se le explicó cuando era pequeño la historia de su adopción, a partir de ahí, ya preguntará si tiene alguna duda. Lo habitual es que no pregunten nunca, lo que no significa que  no tengan ninguna duda, sino más bien que no les gusta sacar el tema o que no se sienten con confianza suficiente como para hacerlo. Por eso deben ser los adoptantes quienes tomen la iniciativa. Teniendo en cuenta, que cuanto más tarden en hacerlo y cuánto menos lo hagan más les costará, lo que deben hacer es proponerse plantearlo de vez en cuando, siempre en un clima relajado y agradable. No se trata de insistir en el tema, de tenerlo continuamente presente, pero tampoco de olvidarlo o de dejarlo siempre para más adelante
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Luego está la situación de quienes fueron adoptados ya con cierta edad y tienen plena conciencia de su pasado y del hecho de la adopción. Podría aquí tenerse la tentación de pensar que puesto que el niño lo saben todo sobe su pasado- de hecho, pueden saber más que sus adoptantes- no hay nada que hablar con ellos al respecto. Es evidente que en este caso la tarea no es la desvelar información o transmitirla, sino la de ayudar al niño a organizar recuerdos que seguramente son fragmentados, o ayudarle a reconciliarse con ciertas memorias del pasado, permitiéndole expresar lo que siente al respecto y facilitándole airear recuerdos o preocupaciones que de estar por completo cerrados en su interior seguramente le produciría dolor y malestar psicológico.

Lo esencial no es tanto lo que se cuenta, sino la actitud con la que se hace, el tono emocional de la comunicación, la actitud de respeto hacia el pasado, la comprensión de lo que eso puede significar para los sentimientos del niño, la disponibilidad para hablar y para normalizar todos los sentimientos que esos temas puedan suscitar.
Desde luego que los adoptados no están todo el día cavilando sobre su adopción. Pero de vez en cuando, surgen en su cabeza y en sus sentimientos. Por ejemplo, quienes fueron adoptados pequeñitos y no tienen conciencia de su adopción, pueden haber estado durante años encantados con la historia de la adopción que se les ha contado, que no les plantea ningún problema en parte porque no alcanzan a entender su significado. Pero llega un momento (normalmente, entre los 6 y los 8 años) que la evolución de su inteligencia les lleva a entender el significado real de la adopción: si hay una familia que ahora quiere, cuida y protege es porque antes hubo una familia que no quiso, o no cuidó o no protegió. Pueden aparecer sentimientos de tristeza, rabia o de confusión que es preferible que se aireen y se compartan con los adoptantes en vez de tenerlos encerrados por completo en el interior. Por lo demás, sobre todo si los adoptantes ayudan, son sentimientos completamente normales y que suelen tener un carácter pasajero.

Más adelante, en la adolescencia, pueden volver a reactivarse preguntas y sentimientos a propósito de la adopción. Las nuevas capacidades intelectuales les van a permitir ahora hacerse preguntas más complicadas (¿qué hubiera pasado si…? ¿qué ocurriría si un día… ¿ ¿sería posible saber más o conocer o encontrar…?). A esto es a lo que se suele llamar “la búsqueda de orígenes”. La mayoría de los adolescentes adoptados lo que necesitan es tener toda la información que sobre ellos haya disponible. Una de las tareas psicológicas de la adolescencia es elaborar la identidad (quién soy, de dónde vengo, hacia dónde quiero ir…), lo que se hace con elementos del pasado y con proyectos del futuro. Es ahí donde surge en algunos el deseo de saber más, de completar el rompecabezas de su identidad con las piezas que le faltan. Muchos se sienten cómodos llegando hasta ahí, aunque algunos tiene que aceptar que parece que habrá siempre piezas ausentes y que el rompecabezas del pasado no estará nunca del todo completo. Otros se plantean algo más: el deseo de conectar o de conocer o de encontrarse con personas significativas de su pasado. La gran mayoría de adolescentes adoptados se sienten cómodos simplemente sabiendo que eso será posible en su momento, más adelante, si siguen interesados, porque la búsqueda y el encuentro con personas suele ser más una tarea de la adultez que de la adolescencia.




Artículo extraído de “La aventura de adoptar”.

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