domingo, 15 de septiembre de 2013

COMPRENDER A LOS HIJOS ADOPTADOS

Al igual que sucede con la mayoría de los niños, cualquier hijo adoptado presenta una serie de características cognitivas, intelectuales y emocionales que son consecuencia directa de una serie de factores tantos internos como externos, algunos de ellos fuera de nuestro control. Otros perfectamente conocidos y controlables.

En general podemos afirmar que su forma de adaptarse, desarrollarse y actuar frente al entorno familiar y social viene determinada por los siguientes factores:

a) Factores Genéticos-Hereditarios:
Podríamos afirmar que nuestro código particular ya nos predispone a tener unos determinados rasgos de personalidad, inteligencia, etc., que en interacción con el mundo exterior y las diferentes vivencias forjarán nuestra forma de ser y relacionarnos.
Uno de las incertidumbres que podemos tener con un hijo adoptado, especialmente en aquellos que vienen de países lejanos y con pocos recursos, es la falta de información o desconocimiento de la historia familiar del niño. Es decir, si había antecedentes de salud mental en la familia o factores de riesgo en los progenitores (abuso de sustancias, etc.). Desconocer estos datos comporta el riesgo de ignorar patologías de transmisión genética de las que no somos conscientes y, por tanto, no podemos tomar medidas preventivas a tiempo.
No se trata de descartar a aquellos niños que presenten problemas de este tipo, sino más bien, de conocer la realidad del mismo para aceptar su condición y empezar a trabajar en ello. Los padres adoptivos tienen que conocer toda la información disponible acerca del niño y su familia y, a su vez, decidir si están preparados para acoger a un niño/a con necesidades educativas especiales o con alguna problemática genética.

b) Problemas médicos
Las enfermedades sufridas por el niño o su historia evolutiva suelen estar más disponible en los diferentes informes que proporcionan las autoridades de cada país de origen. Igualmente, el estado de salud, en el momento de la adopción, puede valorarse a través de un examen pediátrico.

Es importante conocer la existencia de posibles problemas ya desde el embarazo de la madre biológica (infecciones, exposición a teratógenos, abuso sustancias, alcohol, etc.) dado que éstos pueden producir malformaciones congénitas no siempre detectables o patrones de conducta atípicos en la infancia.

Una parte de los niños adoptados pueden provenir de familias desestructuradas con historia de abuso de sustancias, alcohol y malos tratos. El Síndrome alcohólico fetal, es uno de los trastornos que puede darse en este ámbito y que hace falta valorar en población de riesgo.

c) Experiencias vitales
Historia previa de adopción (posibilidades de vinculación afectiva).

A nivel psicológico el factor que resulta más determinante en la futura conducta del niño adoptado son los denominados problemas de vinculación que, en algunos casos, derivan en Trastornos del vínculo.
En la actualidad, no hay ninguna duda de que la salud psicológica de los niños desde edades muy tempranas, viene condicionada en gran manera, por la calidad y frecuencia de las relaciones interpersonales que los contextos humanos les proporcionan desde el mismo momento de su nacimiento e incluso antes de este.
De todas estas primeras relaciones, hay una que denominamos “apego” y que constituye uno de los soportes básicos para estructurar una personalidad sana.

El Apego (o vínculo afectivo) es una relación especial que el niño establece con un número reducido de personas, normalmente con los padres biológicos, especialmente con la madre ya que les une un lazo previo que se construyó durante el embarazo y que viene determinado genéticamente como método para asegurar la supervivencia del pequeño.
Los niños que fueron institucionalizados antes de los tres años en centros de acogida o pasaron por diversas familias, es muy probable que no hayan tenido la posibilidad de haberlo establecido durante las etapas críticas, ello lleva consigo el desarrollo de un perfil psicológico peculiar que más adelante exponemos.

La edad de adopción

En general podemos afirmar que el proceso de adopción debería efectuarse lo antes posible para eliminar factores de riesgo. A medida que el niño adoptado es mayor tiene a sus espaldas más cargas emocionales, en especial si ya ha estado vinculado a diferentes adultos o centros.

Adoptar a un bebé supone la posibilidad de empezar el establecimiento temprano de vínculos afectivos y, por tanto, minimizar riesgos importantes. El niño no es consciente de su situación y tendremos tiempo para irle explicando.
Entre los 2 y 5 años, los niños ya han empezado a utilizar el lenguaje y grabar en su memoria emocional todos los acontecimientos que intuyen relevantes. Dependerá del afecto y las posibilidades de estimulación que hayan recibido su estado psicológico actual.
A estas edades los niños son, en su mayoría, conscientes de que inician una nueva vida. Muchos de ellos suelen reaccionar ante la consecución de unos padres de forma que quieren olvidar y borrar todo lo que tiene que ver con su pasado. De esta forma, si provienen de otros países, pueden evitar, al principio, el contacto con compatriotas u objetos que le recuerden al país de origen.

A medida que sube la edad de adopción la carga vital acumulada puede dificultar las relaciones con los nuevos padres ya que parte del dolor emocional acumulado puede expresarse y dirigirse contra ellos. Para este tipo de adopciones (niños de más de 7 u 8 años) puede ser aconsejable el seguimiento por parte de un profesional de la psicología infantil durante el proceso inicial de adaptación.

Otros factores importantes

En la comprensión del niño adoptado también deberemos valorar aspectos importantes como los estilos educativos de los padres.
Según diferentes estudios efectuados, el mejor estilo educativo es el que denominamos democrático frente al permisivo o autoritario. Esto también resulta válido para el hijo adoptado.
Este estilo se caracteriza con la exigencia de unos principios o valores compartidos por los miembros de la familia, una estructura clara de las normas y los límites, pero combinados con una gran aportación y comunicación afectiva hacia los hijos.
También juega un importante papel las expectativas tanto afectivas como de desarrollo que se crean los padres acerca del nuevo hijo. Expectativas demasiado altas pueden encontrarse con una realidad diferente y frustrar, en cierta medida, sus anhelos.

Otro factor importante a valorar es lo que denominamos Resilencia.
Podríamos definir este factor como: “La capacidad de una persona o un grupo para desarrollarse bien, para seguir proyectándose en el futuro a pesar de los acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves” (Manciaux y otros, 2.003).

En definitiva, la resilencia, es una actitud hacia la vida, una forma de crecer y desarrollarse de forma efectiva haciendo frente a la adversidad y, por tanto, un potencial de esperanza que ayuda a las personas a recuperarse de las situaciones complejas.
Este concepto de resilencia es aplicable tanto a los padres como a los niños. En estos últimos sería el resultado de los aportes afectivos, educativos y socializadores, que sus padres u otros adultos han sido capaces de ofrecerles.

Los niños adoptados, como hemos comentado, suelen llevar consigo, en muchos casos, lo que denominamos problemas de vinculación afectiva temprana. Ello los hace mucho más vulnerables emocionalmente a situaciones de cambio imprevistos, en especial, aquellos que suponen la posible pérdida o distancia de las actuales figuras de vinculación. La llegada de un nuevo hermano, la separación de los padres, incluso cambios de colegio, maestro o ciudad, pueden despertar de nuevo en ellos ciertas alarmas emocionales que pueden cursar con desestabilización afectiva y conductas desadaptadas.

Finalmente destacar que otros factores como la cultura o el nivel social y económico de la familia pueden resultar importantes en la adaptación y funcionamiento del niño adoptado.
Un nivel cultural adecuado supone la comprensión o búsqueda de las peculiaridades del nuevo hijo, así como el nivel económico supone el acceso a recursos privados cuando no están disponibles a nivel público.

3- Manifestaciones habituales del niño adoptado
Las características que más adelante se exponen no se dan en todos los niños pero sí que conforman un conjunto de síntomas habitual en esta población. Igualmente la intensidad o forma que pueden tomar dependerá de las características particulares del niño y su historia.
a) Primeras reacciones tras la adopción
·         Malos hábitos adquiridos (higiene, comer, dormir, etc.) que se deberán corregir progresivamente.
·         Inseguridad, miedos. Temor a otras personas. Rechazo a algún miembro de la familia. Evita hablar de su procedencia. Si es de otro país puede que rechace objetos u personas que le recuerden su origen.
·         Necesidad de estar constantemente con los padres adoptivos. Conductas para llamar la atención de los padres (aunque sea para que lo riñan). Es frecuente que estos niños pongan a prueba constantemente a sus padres en un juego sutil que puede adaptar desde la forma de muestras de afecto incondicional a una trasgresión de los límites.
·         Dificultades para integrarse a entornos institucionalizados (escuela, etc.).
·         Pesadillas y Terrores nocturnos acompañados ocasionalmente de gritos. Despertar frecuente con llamada a los padres.
·         En algunos niños pueden producirse episodios de enuresis y encopresis.
·         A nivel conductual es muy frecuente la hiperactividad, impulsividad y déficit atencional. Pueden surgir, puntualmente, conductas agresivas dirigidas contra otros o hacia él mismo (rabietas, gritos, mordiscos, etc.)
·         Baja tolerancia a la frustración y poca autoestima.
·         Necesidad de acaparar o coleccionar objetos. Olvidos frecuentes, dudas ante ciertas situaciones. No saben exactamente qué se espera de ellos en determinadas situaciones sociales.
·         Finalmente apuntar que en niños adoptados con 2 o más años de edad aproximadamente, y que no recibieron suficiente atención afectiva pueden aparecer estereotipias, balanceos, irritabilidad.
b) Trastornos asociados más frecuentes
Trastornos de vinculación

La falta de vinculación temprana, tal como se ha explicado, determina una falta de seguridad emocional. Esto puede traducirse, según el caso, en una forma de afectividad exagerada, indiscriminada, expresada hacia cualquier persona pero sin conciencia del peligro que puede suponer.
En su otra vertiente se manifiesta con una respuesta afectiva pasiva, depresiva, incapaz por establecer vínculos adecuados con las personas de referencia. Al mismo tiempo pueden aparecer conductas agresivas.

Problemas de aprendizaje

Algunos de estos niños no han recibido una estimulación adecuada en etapas críticas para el aprendizaje. Ello determina que su capacidad de aprendizaje puede haberse visto limitada.
En este colectivo es frecuente el retraso en la adquisición del lenguaje y problemas en la lectoescritura.

Trastornos de la conducta

Está muy documentada la presencia en esta población de la sintomatología TDAH (Hiperactividad, Déficit atencional, Impulsividad). Evidentemente, en estos casos, los síntomas no estarían tan vinculados a un perfil neurológico sino que obedecerían a causas básicamente de tipo emocional y reactivo, si bien, pueden darse componentes de ambas partes lo que acentuaría el problema.

También podemos encontrarnos con conductas desobedientes, desafiantes y/o agresivas. 
4- Reacciones más habituales en los padres
Los padres, en ciertos momentos, pueden sentirse desorientados y superados por reacciones y conductas que no acaban de entender. Por regla general, la mayoría de estas conductas, deben ser entendidas en clave emocional. Hemos explicado ya que una de las características de los hijos adoptados es la de poner aprueba constantemente el amor incondicional de sus padres. Ello pueden hacerlo mediante la trasgresión de los límites establecidos por la familia y creando un desasosiego o frustración en los padres. Ante ello surgen las dudas y las preocupaciones. Entre otras, destacamos:

-Desorientación. Se pone en duda su capacidad para controlar la situación y si los métodos son los adecuados. Pueden aparecer discrepancias entre la pareja o recriminaciones mutuas tratando de encontrar la mejor solución.

-Culpabilidad. Algunos padres sienten un gran remordimiento cuando castigan al niño. Igualmente se presentan dudas acerca de la intensidad o frecuencia del castigo que es necesario aplicar.

-Desbordamiento. Se describen habitualmente sentimientos de desesperanza y cansancio en torno a dos factores fundamentales y estrechamente asociados.
El primero es de tipo emocional y se manifiesta por la necesidad constante de contacto físico, de recibir muestras de cariño, de asegurar, en definitiva, una proximidad emocional para fortalecer su propia seguridad.
El segundo factor hace referencia a aspectos conductuales de difícil manejo como pueden ser la hiperactividad, déficit de atención, impulsividad, rabietas, baja tolerancia a la frustración, problemas de relación con hermanos (si es el caso), etc.

-Problemas en la pareja. 
Como consecuencia de los factores antes descritos, la pareja puede ver alterada significativamente su vida cotidiana y ver frustrados en cierto sentido sus expectativas en cuanto a la adopción. Normalmente, con el asesoramiento adecuado, consensuado estrategias comunes y siendo capaces de entender en clave emocional a estos niños, las cosas mejoran sustancialmente. 
5- Orientaciones generales para los padres
Hemos expuesto en esta página que el comportamiento y forma de ser de cada niño es diferente en función de múltiples factores tanto internos como externos. En los niños adoptados adquieren además gran importancia su historia previa a la adopción, así como sus posibilidades de vinculación temprana como elementos principales para asegurar su estabilidad afectiva y emocional.

Teniendo en cuenta todos estos factores, a continuación exponemos algunas pautas generales para ayudar a los padres a comprender, regular y normalizar aquellas conductas o emociones que sean susceptibles de mejorar en el seno familiar.
1.
Muchas de las conductas del niño debemos entenderlas en clave emocional. Por tanto su corrección no sólo pasa por modificar las conductas externas que se manifiestan sino también trabajar su origen de base emocional.
2.
El niño y la familia necesitarán un tiempo para adaptarse mutuamente. Los contratiempos y dificultades forman parte de un proceso natural que irá mejorando si conocemos las características de estos niños y la forma de actuar.
3.
Debemos ser claros en el establecimiento de los límites y en el cumplimiento de los castigos cuando los establecemos, pero, del mismo modo, sabremos dar un soporte afectivo real dedicándoles el tiempo necesario.
4.
Ante conductas disruptivas (rabietas, desobediencia, etc.) podemos aplicar los métodos tradicionales de modificación de conducta como el tiempo fuera o el coste de la respuesta (retirada de algún privilegio: jugar a la Play, ver tv. etc.). No obstante, es importante tener en cuenta algunos detalles en su aplicación dentro de este colectivo:

1º- Ante episodios disruptivos, no alzar la voz, no mostrarse excesivamente nervioso lo que podría suponer un empeoramiento de las cosas. Tampoco intente razonar nada con el niño en ese momento. Limítese a retirar al niño del escenario (cuando sea posible) o retírense los padres dejándolo temporalmente sólo.

2º- Hágale saber que está decepcionado con su comportamiento (no con él) y que eso pone triste a los padres. De lo que se trata es de marcar una distancia física y emocional de forma momentánea con el niño. La idea es que si lo que quiere es llamar nuestra atención o ponernos a prueba no lo va a conseguir por estos medios y deberá corregirlos. El niño irá aprendiendo e interiorizando estos patrones aunque puede llevarle algún tiempo. Muchas de estas conductas obedecen a mecanismos inconscientes y fuera del control voluntario del niño.

3º- Los razonamientos con nuestros hijos acerca de sus emociones y conductas deben siempre hacerse en frío, en momentos tranquilos. Con los más pequeños nos ayudarán cuentos que escenifiquen situaciones parecidas a las que intentamos controlar.

Evidentemente, no basta con saber controlar la conducta, hay que establecer las medidas adecuadas para potenciar la vinculación afectiva dentro de la familia. Al respecto aconsejamos la lectura de nuestra página: Trabajando el vínculo afectivo con nuestros hijos.

Potenciar una buena vinculación siempre supone establecer unos canales comunicativos eficaces. En este sentido es importante:

Saber escuchar:
Tomar con seriedad cada pregunta y ofrecerle una respuesta clara y entendible a su edad. Podemos ayudarnos de ejemplos con personas o situaciones que el niño conoce y le resultan familiares.

Aprender a expresar emociones y sentimientos:
Es muy importante fomentar la expresión y comunicación de emociones. A medida que el niño es capaz de verbalizar sus sentimientos reduciremos miedos, aumentaremos su autoestima y disminuirán las conductas desadaptadas.
Una forma de hacerlo es creando espacios dedicados a hablar de ellos. En nuestra página: El Diario emocional se expone un instrumento que puede resultar útil en estos casos.

Decir la verdad. Explicar su origen:
En niños adoptados con solo meses de vida no tendrán recuerdos del pasado y a partir de los tres años y dependiendo del grado de madurez del niño, es posible que empiece a hacer preguntas. Debemos evitar el riesgo que le llegue información por otras vías, en especial, justo cuando comience a ir al colegio y, por tanto, deberemos explicarle su origen. Esto debe hacerse progresivamente, con mucha naturalidad, evitando los detalles dolorosos.
Es muy importante transmitirle que él siempre fue muy deseado y aunque creció en otra tripa, sus papas actuales ya lo estaban esperando para ser todos felices.


Artículo extraído de http://www.psicodiagnosis.es/areageneral/claves-para-comprender-a-los-hijos-adoptados/index.php (psicología infantil y juvenil).

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